Los síntomas más comunes en esta fase podemos resumirlos en los siguientes:
Cuando se llega a esta fase, normalmente han pasado años de enfermedad, por lo que el cuidador principal conoce perfectamente a su enfermo, y en la ausencia del lenguaje verbal, los gestos y las caricias hacen mantener el contacto con él. Nuestro familiar va a ser receptivo a nuestras caricias y muestras de afecto. Podemos:
Además es muy importante en esta etapa:
Ante cualquier reacción extraña que se observe es conveniente averiguar si puede estar producida por alguna dolencia física (dolor, fiebre, estreñimiento…). También es importante evitar en la medida de lo posible los ingresos hospitalarios y la colocación de sondas (tanto nasogástrica como vesical) ya que van a mermar considerablemente la salud y calidad de la vida del enfermo.
Para el cuidador principal esta etapa es de especial dureza. Estamos ante un fin que puede durar años, y se vive un duelo anticipado. Llegados a este punto, es muy duro tener que entender el comportamiento de la familia; ya que no han vivido con la misma intensidad el día a día y no entenderán cómo nos sentimos. Aquí, son muy frecuentes los sentimientos de soledad y de culpa. El cuidado de la persona se hace cada vez más complicado convirtiéndose la casa en un minihospital y el cuidador en un experto enfermero.
Es de vital importancia que el cuidador se prepare para esta etapa, es imprescindible el apoyo familiar y social; así como los recursos externos. Evitar el aislamiento, saber controlar los sentimientos de culpa y soledad, e ir preparándose para el adiós.